La Iglesia Católica en México eligió como su máximo representante a monseñor Ramón Castro Castro, quien estará al frente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) durante los próximos tres años.
Hasta este lunes, el también obispo de Cuernavaca se desempeñó como secretario general del Episcopado, lugar desde donde se ubicó como uno de los más duros críticos de la estrategia de seguridad de los gobiernos de la cuarta transformación de México, pues en diversas ocasiones sostuvo que la estrategia de “abrazos, no balazos, no funcionó” y que el Estado mexicano fue rebasado por la delincuencia.
Su postura se hizo más rígida a partir de los asesinatos perpetrados en agravio de dos sacerdotes jesuitas en la sierra Tarahumara, en Chihuahua hace más de dos años.
Desde entonces fue uno de los mayores impulsores -junto con religiosas, laicos y expertos- del Diálogo Nacional por la Paz y la Agenda Nacional por la Paz, firmada con objeciones en abril de este año por la entonces candidata presidencial, Claudia Sheinbaum Pardo, quien por cierto se entrevistará – ya como presidenta de México – con Castro Castro este miércoles cuando acuda a la 117 Asamblea Plenaria de Obispos.
El ahora presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) planteó incluso hace algunos meses “mediar como iglesia” los conflictos existentes entre las organizaciones del crimen organizado para bajar la incidencia delictiva y de violencia en diversas comunidades del país.
Jaime Calderón Calderón, arzobispo de León, fue electo vicepresidente de la CEM y Héctor Mario Pérez Villarreal, obispo auxiliar de México, fue designado como secretario general de este cuerpo colegiado.
También fue electo el consejo permanente del episcopado, responsable de asegurar la continuidad de las tareas de la iglesia católica en México.
En la jornada de elección, los obispos y cardenales acordaron fortalecer el diálogo y la escucha en todos los niveles de la Iglesia; trabajar por la construcción de La Paz a través de la reconciliación y la justicia, así como atender de manera especial las periferias, acompañar a familias en comunidades y promover una cultura del encuentro y solidaridad en “estos tiempos desafiantes”.