El Día Mundial de la Lucha contra la Obesidad, celebrado este 12 de noviembre, una fecha que pone en evidencia la creciente epidemia que afecta a millones de personas en todo el mundo, particularmente en México, donde la obesidad se ha convertido en un grave problema de salud pública. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad es una de las principales causas prevenibles de enfermedades crónicas y un factor determinante en el aumento de la mortalidad prematura en muchos países. En México, los números son alarmantes, con un porcentaje elevado de la población que vive con esta condición y una creciente preocupación por sus implicaciones para la salud.
México es uno de los países con mayor prevalencia de obesidad en el mundo. Según datos del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) y la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2020, el 75.2% de los adultos en México presentan sobrepeso u obesidad, mientras que más del 35% de los niños y adolescentes también padecen estas condiciones. La obesidad infantil es especialmente preocupante, ya que puede llevar a problemas de salud a largo plazo, como diabetes tipo 2, hipertensión y trastornos metabólicos.
La obesidad no solo afecta a la población adulta, sino que ha alcanzado dimensiones críticas entre los más jóvenes, lo que proyecta un futuro aún más desafiante para el sistema de salud mexicano. De acuerdo con la ENSANUT 2020, el 36.3% de los niños y adolescentes de 5 a 11 años tienen sobrepeso u obesidad, una cifra que ha mostrado un aumento constante en las últimas décadas.
Las causas de la obesidad en México son diversas y complejas. La transición hacia una dieta más rica en alimentos ultraprocesados, azúcares y grasas saturadas, junto con una vida cada vez más sedentaria, son factores determinantes. El consumo de bebidas azucaradas, por ejemplo, ha aumentado de manera significativa en los últimos años. Según la Fundación Mexicana para la Salud (FMS), México es uno de los países con mayor consumo de refrescos per cápita, con más de 163 litros por persona al año, lo que contribuye a la obesidad y enfermedades asociadas como la diabetes y enfermedades cardiovasculares.
Además, el entorno urbano y la falta de espacios públicos adecuados para la actividad física en muchas áreas del país complican aún más la situación. La pobreza y la desigualdad social también juegan un papel importante, ya que las personas en situaciones de vulnerabilidad tienen menos acceso a alimentos saludables y a servicios médicos preventivos.
Los riesgos para la salud
La obesidad es un factor de riesgo para una serie de enfermedades crónicas, algunas de las cuales son las principales causas de muerte en México. De acuerdo con la Secretaría de Salud de México, la obesidad y el sobrepeso aumentan considerablemente el riesgo de padecer enfermedades como:
Diabetes tipo 2: La obesidad es uno de los principales factores de riesgo para el desarrollo de esta enfermedad, que afecta a más de **12 millones de personas en el país** y es una de las principales causas de morbilidad y mortalidad.
Enfermedades cardiovasculares: La obesidad se asocia con una mayor probabilidad de sufrir hipertensión, enfermedades del corazón, infartos y accidentes cerebrovasculares.
Cáncer: La obesidad es un factor de riesgo conocido para varios tipos de cáncer, como el de colon, mama, endometrio y riñón.
Problemas musculo-esqueléticos: La sobrecarga en las articulaciones y huesos debido al exceso de peso puede causar dolor crónico y discapacidad.
Enfermedades respiratorias: Las personas con obesidad tienen un mayor riesgo de sufrir apnea del sueño y otros trastornos respiratorios.
La carga económica que la obesidad representa para el sistema de salud mexicano es también significativa. Según un estudio del INSP, el costo anual asociado con las enfermedades relacionadas con el sobrepeso y la obesidad en México supera los 100,000 millones de pesos, lo que representa aproximadamente el 5% del Producto Interno Bruto (PIB) del país.
Combatir la obesidad en México requiere un enfoque integral que abarque desde la prevención hasta el tratamiento y la rehabilitación. A nivel gubernamental, se han implementado algunas políticas públicas para enfrentar esta problemática. En 2014, México adoptó la Ley del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) para gravar con un impuesto a las bebidas azucaradas y productos ultraprocesados, como una medida para reducir su consumo. Si bien ha habido una disminución en el consumo de refrescos, la reducción en las tasas de obesidad ha sido lenta.
En 2020, el gobierno federal lanzó una campaña de etiquetado nutricional frontal en productos alimenticios y bebidas, que obliga a las empresas a colocar sellos informativos en los empaques de productos con altos niveles de azúcar, grasas saturadas o sodio. Sin embargo, la eficacia de estas medidas sigue siendo objeto de debate entre expertos, ya que se necesitan cambios más profundos en el comportamiento de la población.
A nivel social, diversas organizaciones no gubernamentales (ONG) como la Fundación Carlos Slim, el Consejo Mexicano de la Salud, y la Alianza por la Salud Alimentaria, trabajan en programas de sensibilización y educación sobre hábitos saludables, promoviendo la importancia de una alimentación balanceada, el ejercicio físico y el bienestar integral.
A nivel individual, la prevención es clave. La OMS recomienda el fomento de una dieta equilibrada, con una mayor ingesta de frutas, verduras y alimentos integrales, y una reducción de productos ultraprocesados. Además, el ejercicio regular es fundamental. De acuerdo con las recomendaciones internacionales, los adultos deben realizar al menos 150 minutos de actividad física moderada o 75 minutos de actividad intensa cada semana.
El Día Mundial de la Lucha contra la Obesidad nos recuerda la urgente necesidad de abordar esta problemática en México. La obesidad no es solo un desafío personal, sino un problema de salud pública que afecta a millones de personas y pone en riesgo la estabilidad del sistema de salud del país. Aunque se han logrado algunos avances, como el etiquetado de productos y la implementación de impuestos, es crucial que tanto el gobierno como la sociedad en su conjunto redoblen esfuerzos para crear un entorno que promueva la salud y el bienestar, y combatir la obesidad desde la raíz. Solo con políticas públicas efectivas, educación nutricional y un mayor acceso a opciones saludables se podrá frenar esta epidemia y evitar que continúe afectando a las futuras generaciones.