En México ya es constitucional la prohibición de maíz transgénico, luego de que la presidenta del país, Claudia Sheinbaum Pardo, firmó la reforma constitucional en la que se establece que el cultivo de maíz debe ser libre de modificaciones genéticas.
Esto, luego de que el Senado emitió la declaratoria constitucional de aprobación del decreto, tras contabilizar más de la mitad de los congresos estatales que dieron su respaldo a la reforma constitucional.
El decreto reforma los artículos 4 y 27 de la Constitución, a fin de establecer que el cultivo de maíz, en el territorio nacional, debe ser libre de modificaciones genéticas, y dispone que todo otro uso del maíz transgénico debe ser evaluado en los términos de las disposiciones legales, para quedar libre de amenazas para la bioseguridad, la salud y el patrimonio biocultural de México y su población.
La medida tiene profundas implicaciones tanto a nivel nacional como internacional. Esta decisión, que refuerza un esfuerzo iniciado en 2020, ha generado un debate sin precedentes sobre la seguridad alimentaria, el medio ambiente y los intereses económicos en un país cuya cultura alimentaria está profundamente vinculada al maíz.
Este Día Internacional de Oposición a los Alimentos Transgénicos, analizamos la prohibición en un contexto donde los países y organismos internacionales observan atentamente cómo este movimiento podría influir en el futuro del uso de biotecnología en la agricultura.
México es considerado la cuna del maíz, un cultivo fundamental para la alimentación de millones de personas y un símbolo cultural y social de la identidad nacional. En este sentido, la prohibición del maíz transgénico está alineada con un movimiento nacionalista en torno a la preservación de las semillas autóctonas y la agricultura tradicional. El decreto presidencial busca proteger la biodiversidad del maíz mexicano, prevenir la contaminación genética y garantizar la soberanía alimentaria del país.
Desde su promulgación, el gobierno federal ha argumentado que el maíz transgénico podría representar riesgos para la salud humana y para la biodiversidad local, especialmente en cuanto a la posible contaminación de variedades nativas. “El maíz transgénico pone en riesgo la riqueza genética del maíz mexicano y, con ello, la seguridad alimentaria de nuestra nación”, afirmó en su momento la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT).
La medida, aunque celebrada por ciertos sectores del país, ha generado preocupaciones en los productores agrícolas, especialmente en aquellos que dependen de la siembra de maíz transgénico. En particular, las empresas productoras de agroquímicos y biotecnología como Monsanto (ahora parte de Bayer) han expresado su descontento, advirtiendo que la prohibición podría afectar negativamente la productividad y los rendimientos de los cultivos en México.
Según un informe del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), el maíz transgénico ha permitido aumentar la resistencia a plagas y enfermedades, además de mejorar la eficiencia en el uso de los recursos. Por tanto, muchos agricultores ven la prohibición como una amenaza a su competitividad y a la estabilidad de sus ingresos.
No obstante, para organizaciones ambientalistas y académicas, la medida representa un avance en la defensa de los derechos ambientales y culturales del país. La organización Red en Defensa del Maíz celebra la decisión, destacando que el maíz es una parte esencial de la soberanía alimentaria y que los intereses comerciales no deben prevalecer sobre la protección del medio ambiente y la cultura mexicana.
La prohibición de la siembra de maíz transgénico en México ha tenido repercusiones más allá de sus fronteras. En el ámbito internacional, el tema ha sido observado con atención tanto por gobiernos como por organismos no gubernamentales, quienes han expresado opiniones divididas.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha adoptado una postura neutral respecto a la prohibición, enfocándose en la necesidad de un enfoque basado en la ciencia. La FAO ha enfatizado la importancia de realizar evaluaciones rigurosas y transparentes sobre los posibles efectos de los organismos genéticamente modificados (OGM) sobre la salud humana y el medio ambiente. Sin embargo, ha señalado que los países tienen derecho a decidir qué tecnologías emplear en su producción agrícola, siempre que se tomen en cuenta las mejores prácticas científicas.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reiterado en varias ocasiones que los maíces transgénicos aprobados para consumo humano han sido evaluados como seguros para la salud, basándose en estudios y pruebas científicas. La OMS ha resaltado que las evaluaciones de riesgo son esenciales para garantizar que las nuevas tecnologías no representen amenazas para la salud pública.
Estados Unidos, uno de los principales productores y exportadores de maíz transgénico, ha mostrado preocupación por la decisión de México. La Oficina del Representante Comercial de los Estados Unidos (USTR) expresó que la prohibición podría afectar las relaciones comerciales bilaterales y generar obstáculos para los productores de maíz de ambos países. Según datos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), México es el principal importador de maíz estadounidense, lo que convierte a este mercado en un pilar fundamental para la economía agrícola de EE. UU.
En contraste, algunos países de América Latina, como Argentina y Brasil, que también producen maíz transgénico, han elogiado la postura de México como un ejemplo de defensa de la soberanía nacional sobre sus recursos naturales. Sin embargo, estos países han subrayado la importancia de mantener un diálogo abierto para evitar tensiones comerciales.
Diversas organizaciones no gubernamentales, como Greenpeace y la Fundación para la Defensa de la Naturaleza (FUNAM), han expresado su apoyo a la prohibición, argumentando que la decisión de México es un paso positivo hacia la protección de la biodiversidad y la preservación de los recursos genéticos del maíz. En un comunicado conjunto, estas organizaciones señalaron que “el maíz transgénico no solo pone en peligro la salud humana, sino que amenaza los ecosistemas y el patrimonio cultural de las comunidades indígenas que dependen de las variedades tradicionales de maíz”.
El movimiento social en torno al maíz transgénico se ha consolidado como un frente común contra la expansión de los OGM en la agricultura mexicana. La coalición México Sin Transgénicos, que agrupa a más de 80 organizaciones civiles, científicos y académicos, ha subrayado que la prohibición no solo defiende la biodiversidad, sino que también representa un modelo agrícola más justo y sostenible.
El panorama del maíz transgénico en México es ahora incierto, pero los efectos de esta medida no solo dependerán de las acciones internas del país, sino también de cómo evolucionen las relaciones comerciales y diplomáticas internacionales. Mientras que algunos sectores del gobierno y la sociedad celebran la preservación del maíz nativo, otros alertan sobre los riesgos económicos y agrícolas que podría conllevar la prohibición.
En este contexto, el Día Internacional de Oposición a los Alimentos Transgénicos, celebrado cada 8 de abril, ofrece un espacio para reflexionar sobre el impacto de los OGM en el mundo, así como sobre la importancia de las decisiones políticas que afectan directamente a la seguridad alimentaria global. A medida que los debates sobre la biotecnología agrícola continúan, México parece estar en la vanguardia de una lucha por la soberanía alimentaria y la protección de sus recursos naturales, un movimiento que, sin duda, marcará precedentes a nivel mundial.